Tratado sobre la historia de la brujería.

 

Brujería:

Brujería es el conjunto de creencias, conocimientos prácticos y actividades atribuidos a ciertas personas llamadas brujas (existe también la forma masculina, brujos, aunque es menos frecuente) que están supuestamente dotadas de ciertas habilidades mágicas.

Terminología:

Brujas y hechiceras. Las primeras habrían desarrollado su actividad en un ámbito predominantemente rural y habrían sido las principales víctimas de las cazas de brujas en los años 1450-1750. En cambio, las hechiceras, conocidas desde la antigüedad clásica, son personajes fundamentalmente urbanos: un ejemplo característico en la literatura española es la protagonista de La Celestina de Fernando de Rojas. A diferencia de los practicantes de la magia culta, que alcanzó gran desarrollo en el Renacimiento, tanto la bruja rural como la hechicera urbana pertenecían en general a clases sociales marginadas, lo que las hacía más vulnerables a las persecuciones. Se cree que las artes de brujas y hechiceras eran transmitidas oralmente de generación en generación, por lo que todos los testimonios acerca de sus prácticas proceden de autores ajenos y muy a menudo hostiles a ellas.

La palabra española bruja es de etimología dudosa, posiblemente prerromana, del mismo origen que el portugués y gallego bruxa y el catalán bruixa. La primera aparición documentada de la palabra, en su forma bruxa, data de finales del siglo XIII. En 1396 se encuentra la palabra broxa, en aragonés, en las Ordinaciones y Paramientos de Barbastro.

En el País Vasco y en Navarra se utilizó también el término sorguiña (en euskera sorgin), y en Galicia, la voz meiga.

En latín, las brujas eran denominadas maleficae (singular maléfica), término que se utilizó para designarlas en Europa durante toda la Edad Media y gran parte de la edad moderna. Términos aproximadamente equivalentes en otras lenguas, aunque con diferentes connotaciones, son el inglés witch, el alemán Hexe y el francés sorcièreBrujas y hechiceras.

La brujería es una pervivencia de la antigua religión ritual y matriarcal de la época neolítica. Forma parte de los cultos  a la Gran Madre, diosa de la fecundidad sexual y agrícola (Danna, Demeter, Gaia, Isis), y se sustenta en símbolos como la figura cornuda de un hechicero provisto del asta del animal que cazaba y adoraba su comunidad. El documento eclesiástico del siglo XII Canon Episcopi relacionaba la brujería con el culto a la diosa Diana (la diosa de la mitología romana más próxima a la Gran Madre) y consideraba a las brujas “mujeres desamparadas, pervertidas por Satanás” que no volaban ni se transformaban en bestias más que en sus fantasías.  La brujería es tan antigua como la necesidad humana de seguridad y está tan unida a las creencias religiosas que no puede sino asombrarnos que durante siglos se haya insistido en vilipendiar a una para alabar las bondades de la otra, como si realmente fueran tan distintas.

ORÍGEN DE LA BRUJERÍA.

Por así decirlo, el primer contacto histórico con la magia lo sobrenatural y la brujería se remonta al paleolítico auque es un tema que se analiza con más fuerza durante la Edad Media en adelante. La brujería y sus ideales religioso, difieren mucho de la religión en general y sobre todo de la occidental y cristiana, ya que las brujas idolatran a una Diosa. Su Fe en el poder de la libertad espiritual, es la fuente de su credo, siendo este uno de los aspectos más incomprensibles al culto de los que son extraños a él. Desde las culturas más remotas la adoración de diosas proliferó debido a leyendas de culturas orientales, egipcias, adoraban a la mujer como dadora de vida a través del acto sexual. De ahí que en fiestas  ( la recogida de la siembra…) las mujeres bailaban desnudas, y la celebración se convirtiera en verdaderas orgías , actos que nada tenían que ver con los ritos religiosos ajenos a esta deidad, que veían en estos actos la personificación del diablo y el estado pecaminoso en su cota más supremas; en muchas civilizaciones había templos específicos en los que adoraban a la Madre Tierra o alguna deidad que personificara el amor, la reproducción, la protección de la cosecha , e incluso recurrían a los templos a practicar el acto sexual como una forma de adoración o rendir culto a la Deidad , aunque por lo general se obligaba a la mujer a rendirse en una especie de “prostitución sacra” ; ej: el culto a la diosa Milita (Istar). En este caso, todas las mujeres tenían la obligación religiosa de que, al menos, una vez en su vida tendrían que mantener relaciones con extranjeros en honor a esta diosa, esto dio paso a la creación de la prostitución sagrada. Cuando el clero comenzó a enriquecerse con esta práctica, aunque no formaba parte de la brujería, sin embargo, tuvo una conexión indirecta durante la posterior persecución de brujas, en tanto en cuanto había formado parte de las viejas religiones; y los cristianos habían heredado de los judíos la abominación por esta práctica. , aunque esta practica llego a formar parte de los Sabbats durante el medievo.

De siempre, los hombres han notado la influencia de la Naturaleza y de los diferentes elementos del universo en sus vidas y exustencia. Los orígenes de la brujería son muy antiguos y difíciles de situar. Se ha intentado explicar con diferentes teorías durante todos los tiempos y por numerosos científicos, teólogos, antropólogos y estudiosos.

Se inicia con la prehistoria, donde ya, para ayudar a su tribu, se respaldaba el papel de brujo. Intermediario entre el hombre, la naturaleza y más allá, el chamán podría promover la caza, tratar y curar heridas y detener la lluvia …

Más tarde, nos encontramos con las antiguas creencias pre-cristianas de Mesopotamia, Persia y Caldea. Los caldeos, incluyendo sacrificios practicado en un panteón habitado por los dioses temibles, para evitar su ira. En Persia, la doctrina religiosa defendida por Zaraoustre, también conocido como Zaratustra, fue el orgullo de la brujería (se creía que las uñas y el cabello, una vez separada del cuerpo pertenecía a la maldad se mantiene como la limpieza). Se pueden encontrar en varios lugares: entre los turcos o los gauchos de Chile que ocultan el pelo en las grietas de las paredes, entre los armenios que se esconden en las iglesias en Irlanda, donde ponemos corte de pelo a un lado con el fin de recuperar el Juicio Final (en palabras de la Biblia, el pelo de cada uno son contados por el Todopoderoso). En Francia, hasta el siglo XVI, se creía que los insectos eran el resultado de una corrupción del pelo o las uñas. Por lo tanto, en Gran Bretaña se pensaba que el pelo quemado se convirtió en moscas (Belcebú, uno de los príncipe de los demonios, también fue llamado el “Dios de las Moscas”).

En la Prehistoria, la religión griega se nutrió de la religión del Oriente Próximo, de la que derivan muchas deidades y es en Grecia, donde aparece la adoración a un Dios padre, en la figura de Zeus, y las diosas madres pasan a un segundo plano subordinadas a Zeus, este hecho puede ser una clara interpretación del triunfo del principio patriarcal sobre el matriarcal. El ritual de la moderna brujería contiene elementos de las leyendas de Deméter e Istar, divinidades griegas.

En el mundo griego existieron diferentes tipos de brujas, destacando dos: la alcahueta decrépita, horrorosa y perversa que se aprovechaba de seres inocentes y desamparados, como la Dipsas de Ovidio y la Strix, una bella mujer que de noche se transformaba en pájaro y volaba en busca de carne humana.  La capacidad de la bruja de metamorfosearse en animal junto a la habilidad para preparar y utilizar todo tipo de venenos y el desproporcionado apetito sexual, son otros de los atributos con los que la antigüedad clásica “adornó” a la bruja; atributos que la Edad Media hizo suyos. Y, sin embargo, la bruja es también el ser benigno, protector de las cosechas y los nacimientos, garante de la prosperidad de la comunidad. En su ambivalencia y su cercanía reside su éxito.

En las antiguas Grecia y Roma, estaba extendida la creencia en la magia. Existía, sin embargo, una clara distinción entre distintos tipos de magia según su intención. La magia benéfica a menudo se realizaba públicamente, era considerada necesaria e incluso existían funcionarios estatales, como los augures romanos, encargados de esta actividad. En cambio, la magia realizada con fines maléficos era perseguida. Se atribuía generalmente la magia maléfica a hechiceras (en latín maleficae), de las que hay numerosas menciones en numerosos autores clásicos.  Según estos textos, de estas hechiceras se creía que tenían la capacidad de transformarse en animales, que podían volar de noche y que practicaban la magia tanto en provecho propio como por encargo de terceras personas. Se dedicaban preferentemente a la magia erótica, aunque también eran capaces de provocar daños tales como enfermedades o tempestades. Se reunían de noche, y consideraban como sus protectoras e invocaban en sus conjuros a diosas como Hécate, Selene y Diana.

Probablemente las brujas más conocidas de la literatura clásica son dos personajes mitológicos, Circe y Medea. Las habilidades mágicas de ambas residen sobre todo en su dominio de las pócimas o filtros mágicos (phármakon, en griego). Medea, que se presenta a sí misma como adoradora de Hécate, se convirtió en el arquetipo de la hechicería en las literaturas griega y romana. Hay menciones de brujas en las obras de Teócrito, Horacio, Ovidio, Apuleyo, Lucano y Petronio, entre muchos otros. Estos autores hacen especialmente referencia a brujas que realizan magia de tipo erótico.

Relacionada con la creencia grecorromana en las brujas está la figura de la striga, un animal nocturno que es mitad pájaro mitad ser humano que se alimenta de sangre (y que resulta también un precedente de la moderna figura del vampiro).  Los escritores antiguos fueron a menudo escépticos acerca de las presuntas facultades de las brujas.

La brujería en el antiguo testamento

En el Antiguo Testamento, concretamente en el Éxodo, se prohíbe la brujería, y se establece que debe ser castigada con la pena de muerte: “A la hechicera no la dejarás que viva” (Éxodo 22:18). Es de notar que, al igual que en la Grecia y Roma clásicas, la brujería aparece como una actividad mayoritariamente femenina, lo cual no es de extrañar, ya que la asociación de la mujer con “el Mal” es frecuente en la Biblia. De otras citas bíblicas (Levítico 20:27, Deuteronomio 18:11-12), se desprende que la principal actividad de estas brujas bíblicas era la necromancia o invocación a los muertos. En el Primer Libro de Samuel (1Samuel 28:1-25 se relata la historia de la bruja de Endor, a la que Saúl, contraviniendo sus propias leyes, recurrió para invocar al espíritu de Samuel antes de una guerra con los filisteos.

Si bien la actitud del cristianismo con respecto de algunas prácticas mágicas, tales como la astrología o la alquimia, fue en ciertos momentos ambigua, la condena de la brujería fue explícita e inequívoca desde los comienzos de la religión cristiana. En la Alta Edad Media varias leyes condenaron la brujería, basadas tanto en el ejemplo del derecho romano como en la voluntad de erradicar todas aquellas prácticas relacionadas con el paganismo. Sin embargo, la actitud eclesiástica no parece haber sido demasiado beligerante durante la primera mitad de la Edad Media, como lo atestiguan documentos como el Canon Episcopi. La situación cambió cuando la Iglesia comenzó a perseguir las herejías cátara y valdense. Ambas concedían una gran importancia al demonio, y para estas comunidades cristianas éste estaba personalizado en la Iglesia Romana Papal, debido a sus grandes abusos. En especial los cátaros se referían a ella como “la prostituta”. Para combatir estas herejías fue creada la Inquisición pontificia en el siglo XIII. En el siglo siguiente comienzan a aparecer en los procesos por brujería las acusaciones de pacto con el Diablo, el primer elemento determinante en el concepto moderno de brujería.

LA BRUJERÍA EN LA EDAD MEDIA

Introducción

A finales de la Edad Media empezó a configurarse una nueva imagen de la bruja, que tiene su principal origen en la asociación de la brujería con el culto al Diablo (demoniolatría) y, por lo tanto, con la idolatría (adoración de dioses falsos) y la herejía (desviación de la ortodoxia). Aunque el primer proceso por brujería en que están documentadas acusaciones de asociación con el Diablo tuvo lugar en Kilkenny, Irlanda, en 1324-1325, sólo hacia 1420-1430 puede considerarse consolidado el nuevo concepto de brujería.

Con el triunfo del cristianismo se produce la condena de todas las creencias paganas y se convierte la Magia en pura representación del mal. Teológicamente hablando, la primera vez que se define el concepto de Diablo fue el año 447 en el Concilio de Toledo. Se define como una figura oscura y monstruosa que huele a azufre, con cuernos, patas y orejas de asno, peludo con garras y un gran falo. En los aquelarres aparecía como un alto caballero negro, enmascarado.

La concepción misma que se tuvo del diablo cambio visiblemente durante la Edad Media, a lo largo de esta solía recibir el nombre de Satanás, denominación que significa el enemigo y que aparece en la Biblia. En el Antiguo Testamento, Satanás no figura como personaje importante porque al ser el judaísmo una religión monoteísta, se atribuyo el origen de toda la creación y administración del universo al único Dios verdadero, Yahvé, cualquier acontecimiento o realidad tanto del bien como el mal era responsabilidad suya. En el Nuevo Testamento adquirió una preeminencia mucho mayor; no sólo tentó al mismo Cristo en el desierto sino que se convirtió en el poderoso oponente de la cristiandad, incitando a los hombres a alejarse de Dios y rechazar sus doctrinas. Surgió por lo tanto, un conflicto, una lucha titánica entre el reino de Cristo y el de Satanás, conflicto que continuaría hasta el Segundo Advenimiento predicho en el Apocalipsis.

A medida que el cristianismo se propagaba fue natural que los Padres de la Iglesia atribuyesen a Satanás las religiones paganas y judías. Una de las tácticas más eficaces de la Iglesia Cristiana con los conversos que seguían adorando dioses paganos, fue la de demonizarlos, es decir, asegurar que tales dioses eran en realidad demonios o Satanás en persona. Tal fue esta creencia que los cristianos comenzaron a pintar al Demonio tal como los paganos representaban a sus dioses, por ejemplo la barba de chivo, las pezuñas partidas, los cuernos, la piel arrugada, la desnudez y la forma semi-animal, hace referencia directa al dios grecorromano Pan como a Cernuno, dios Celta, mientras que los senos de mujer de algunas representaciones procedían de la diosa de la fertilidad Diana. Hay que aclarar que estas imágenes de las confesiones de las brujas (en los archivos inquisitoriales), procedían con seguridad de las descripciones que el inquisidor o el juez sugerían durante el tormento, por lo tanto no son para nada objetivas y reflejan la idea cristiana del demonio adorado como dios por la bruja, en la opinión del inquisidor. Aunque corrientemente se le denominaba Satanás, había otras formas de llamarlo, por ejemplo Lucifer, palabra latina que significa estrella de la mañana y que los escritores patristicos asignaron al gran arcángel que se rebelo contra Dios y fue expulsado del cielo al infierno; este nombre no aparece en la Biblia, por tanto, paso a ser un nombre que podía utilizarse para designar a Satanás antes de la caída. Además de otros títulos como Príncipe de las Tinieblas, Príncipe de este Mundo o simplemente demonio, los cristianos de la Edad Media y el mundo moderno creían en la existencia de un gran numero de diablos, demonios o espíritus malvados que ayudaban a Satanás en su obra del mal, tentación o destrucción. Para graficar esta creencia existe un texto de 1584, escrito por él medico holandés Johannes Weyer llamado Pseudos monarchia Daemonum, donde se encuentran listas de algunas de las aptitudes o características de los principales demonios, además, de los oficios y poderes que posee:

Purson, alias Curson, un gran rey, se aparece como un hombre de cara de león, llevando una crudelísima víbora y montada en un oso. Su llegada es anunciada con trompetas. Sabe donde se ocultaban todas las cosas y puede hablar de todas las cosas presentes, pasadas y futuras, guarda grandes tesoros, puede tomar cuerpos humanos y celestiales, responde la verdad acerca de todas las cosas terrenas y secretas, de la divinidad y la creación del mundo, y es capaz de hacer aparecer a los mejores familiares. Le obedecen veintidós legiones de diablos provenientes en parte del orden de las virtudes, y en parte del orden de los troncos…

Glasya Labolas, alias, Caacrinolas, o Caassimolar, es un gran presidente que se aparece con nombre de perro y tienes alas de grifo. Es quien da el conocimiento de las artes y es el capitán de todos los asesinos. Comprende todas las cosas presentes y futuras, se gana las mentes y el amor de amigos y enemigos, es capaz de hacer invisible a un hombre y gobierna a treinta y seis legiones…

Shax, alias Scox, es un marqués grande y oscuro con aspecto de cigüeña, con una voz ronca y sutil. Hace cosas maravillosas tales como quitar la vista, el oído, y el entendimiento de cualquier hombre, si se lo pide quien lo conjura: extrae dineros de las arcas de cualquier rey…

Malphas es un gran presidente, a quien se ve con forma de cuervo, pero vestido al modo humano. Habla con una voz ronca, construye casas y altas torres de aspecto maravilloso rápidamente se gana a los artífices. También hace que se derrumben las fortificaciones enemigas, ayuda a los buenos familiares, gusta de recibir sacrificios pero rechaza a quienes lo hacen, le obedecen cuarenta legiones….

Estas fuentes pertenecen a escritos que se hicieron frecuentes a partir del siglo XVI, son escritas por hombres instruidos que no eran magos ni perseguían magos, eran manuales de magia ritual, son llamado spseudo−salomonicos porque su origen se remonta a ese rey judío, considerado un gran monarca, modelo de sabiduría y gran fortuna. Estas obras contenían, en lenguaje grandilocuente, formulas para conjurar demonios y especificaciones sobre los sacrificios que debían ofrendársele. A pesar de la gran cantidad de poderes que se le atribuían al diablo (provocar ilusiones, posesión de cuerpos humanos y animales, volar, etc.), según el punto de vista escolástico, no poseía ni remotamente un poder ilimitado sobre el mundo físico. No tenia la facultad de cambiar la sustancia de las cosas o realizar milagros, tampoco podía crear ninguna forma de vida nueva; solo podía operar con el universo creado por Dios: Hiciera lo que hiciese, el demonio obraba por permiso explícito de Dios. Declarar que el Diablo se asemejaba en alguna manera a Dios, era una herejía dualista. Durante el siglo XV cuando el poder del demonio aprecia ir en aumento y comenzaban los primeros juicios por brujería, la figura del diablo comenzó a experimentar una significativa transformación. A lo largo de la Edad Media, el diablo había sido descrito como el enemigo de Cristo, maestro del odio y del no−amor; ahora se presentaba cada vez mas como la contrafigura de Dios Padre, principio y objeto de idolatría y falsa religión. Una de las fuentes de esta transformación fue la insistencia de los teólogos escolásticos en proponer como fundamento de la ética cristiana los Diez Mandamientos en vez de los Siete Pecados Capitales, es decir, el primero de los Diez Mandamientos prohíbe adorar dioses falsos, transgresión no comprendida fácilmente bajo los Siete Pecados Capitales, esto es fundamental ya que la mayor consideración dada a este nuevo tipo de sistema moral, que católicos y protestantes adoptaron en el momento de la Reforma, transformo el delito de brujería, que cambiaría su consideración de maleficium por la de adoración del diablo. Ejemplo de esto es cuando el teólogo tardo medieval Jean Gerson, fue el principal responsable de la decisión tomada en 1398 por la facultad de teología de la Universidad de París según la cual todos los magos, tanto benéficos como maléficos, eran culpables de idolatría.

Veamos un proceso de actualización (revivir autores o leyendas antiguas) en autores como San Agustín que vuelven a narrar la historia de Lucio y su conversión en hombre-asno, la cual proviene de La Metamorfosis o El Asno de Oro de Apuleyo. Así el santo dice en “De civitate Dei” que ciertas mujeres, mesoneras de profesión… dando de comer queso a los viajeros… los convertían en jumentos, que servían para el transporte. En el siglo IV y V se cree en la posibilidad física de tales metamorfosis, sin embargo, San Agustín se muestra escéptico y cree que es el demonio quien les hace creer a esos hombres que es real lo que sólo les ha ocurrido en sueños. Esta fue la tesis que sostuvo la Iglesia en la primera parte de la Edad Media: la del ensueño producido por intervención diabólica. Avanzada la Edad Media surgieron hombres que sostuvieron a machamartillo que todo lo que se decía sobre las hechiceras era real, que volaban y se metamorfoseaban. En el siglo IX hubo una gran discusión entre el papa León IX y Pedro Damián acerca del caso de un joven que había sido transformado en asno por unas mujeres, después que el juglar lo hubo contado en público convenció al papa para que castigara a las hechiceras.

Lo normal es que en la historia de los hombres los conceptos evolucionen o se adapten a los intereses de cada época. Pero el concepto de demonio es un cambio brusco, una mutación cultural que se produce cuando el cristianismo ya se cree la única religión poderosa y ataca a las creencias paganas y a los cultos idolátricos, recurriendo a una autoridad antigua, una autoridad maniquea, que simboliza el Mal absoluto, el demonio. Durante siglos han coexistido en el mismo plano el paganismo y el cristianismo, pero en la baja Edad Media triunfa el cristianismo y se sitúa en un plano superior, junto con el cielo y el sol. Mientras el paganismo queda relegado en la parte inferior, y en lo más profundo, sitúan los teólogos cristianos al diablo, junto con las antiguas arpías, sirenas, centauros y demás seres del paganismo. La Iglesia crea la idea del demonio, el señor de la noche que se aparece en las encrucijadas de los caminos, congregando a los hechiceros y a los muertos condenados eternamente. La Iglesia sustituye a Hécate por el demonio. Los dioses de la antigüedad son convertidos en demonios. Los inquisidores optan por obviar el contenido del Canon episcopi (incluidos en el Decreto de Graciano 1140), aduciendo que había surgido una nueva secta de verdaderos adoradores de Satán a la que había que combatir. Describían los encuentros nocturnos en los que se aparecía el Diablo en forma de cabra y se llevaban a cabo rituales demoníacos. Llamaban a perseguir a las brujas por herejes y para darles el oportuno castigo.

Europa fue asolada por frecuentes sequías y se produjo una merma en la producción de cereales, ocasionando hambrunas entre los habitantes europeos que, disminuidas sus facultades inmunológicas, sufrieron los efectos de las epidemias de peste que ocasionaron grandes mortandades de la población, cosa que sembró el pánico. La gente asustada buscaba desesperadamente un culpable y se convirtió en cultivo apto para la proliferación de Mesías y charlatanes salvadores de la humanidad, que manipularon a las masas, asustadas y presas de la histeria, encaminaron sus iras hacia los seres diferentes, entre los que se encontraban las brujas

La caracterización del Demonio y de las brujas surge de los sátiros, silvanos y faunos de la Antigüedad. La influencia de los artistas pudo ser grandísima para fijar el concepto plástico del Demonio. El “Dios cornudo de origen prehistórico” no intervino en la imagen del demonio. El dualismo entre Dios y el Demonio al que parecen hacer referencia las brujas del sur de Francia está en relación estrecha con el sistema de bandos y linajes del medioevo: la sociedad entera se dividía en dos fracciones que estaban en pugna en todas y cada una de las actividades cotidianas. La imagen clásica de la bruja volando sobre el palo de una escoba deriva de las brujas de Normandía, llamadas “scobaces” o “escobáceas” por la costumbre que se les atribuía de volar sobre escobas.

LA CAZA DE BRUJAS

Hubo un tiempo, al inicio de la Edad Moderna, en que muchas personas cultas creían que las brujas y brujos, en el desarrollo de su actividad, mantenían contactos directos y estrechos con el diablo. Antes de que la Edad Media finalizara, sobre todo en Europa, ya muchos pensaban que los maleficios y los pactos con Satanás, además de ser moneda corriente, eran una afrenta a dios, al normal desarrollo de la sociedad y a los códigos éticos y morales por los que ésta se regía. Pensaban además que esas brujas se reunían alrededor de ritos blasfemos y obscenos en tumultuosas concentraciones donde el mismo demonio se transfiguraba en real, adoptando diversas formas y manteniendo relaciones sexuales con sus invocadoras. Por todos esos motivos, desde los años 1.450 a 1.750, aproximadamente, miles de personas, mujeres en su mayor parte, fueron detenidas, juzgadas, condenadas y ejecutadas por practicar actos considerados de brujería. A todos ellos, brujos y brujas, se les dio el tratamiento no solo de delincuentes, sino de algo que se consideraba aún peor: herejes y apóstatas (así se llama a los que reniegan de la fe de Jesucristo recibida en el bautismo). Miles de personas fueron conducidas a la hoguera acusadas de usar las artes mágicas, renegando de la religión cristiana, al haber decidido estar unidos en un pacto eterno con el demonio. Durante ese periodo prolongado de tiempo al que hacíamos referencia antes, en la “caza de brujas”, hubo lapsos de tiempo donde se hacían persecuciones más o menos intensas. El método utilizado se basaba en descubrir qué personas podían ejercer la brujería. Había “cazadores profesionales” que entregaban a los supuestos brujos a las autoridades judiciales en función de denuncias, acusaciones o simples rumores.

Fundamentos Legales de la Caza de Brujas

Esta fue una operación esencialmente judicial, de hecho el procesamiento intensivo de brujas en la Europa Moderna se vio facilitado por ciertas innovaciones legales ocurridas entre los siglos XIII y XVI. Los tribunales eclesiásticos y civiles de Europa adoptaron un nuevo sistema inquisitorial de procedimiento criminal que hizo mucho más sencilla la incoación y enjuiciamiento de casos de brujería.

• Los tribunales obtuvieron el derecho a torturar personas acusadas de brujería, haciendo así relativamente sencillo extraer confesiones y nombres de supuesto cómplices.

• Los tribunales civiles consiguieron la jurisdicción sobre la brujería, complementando así y sustituyendo en muchos casos a los tribunales eclesiásticos.

• Se permitió a los tribunales locales y regionales actuar sin demasiada interferencia del control judicial central o nacional, garantizando así un número relativamente alto de condenas y ejecuciones.

• Estas causas, ayudadas por las circunstancias intelectuales vistas anteriormente posibilitaron la caza de brujas, de hecho estuvieron estrechamente relacionados, pues la adopción de nuevos procedimientos criminales facilito la síntesis de diversas ideas relativas a las actividades en que supuestamente participaban las brujas; estas innovaciones explican además el porque la caza ocurrió en este determinado momento. La persecución intensiva de brujas solo se inició una vez que muchos tribunales europeos hubieron adoptado el procedimiento inquisitorial y comenzado a emplear la tortura; y no concluyó hasta que los magistrados y jueces advirtieron que estaban condenando personas inocentes e introdujeron, en consecuencia, reformas a las leyes existentes en forma significativa.

Aunque el fenómeno de la caza de brujas no es exclusivo de la religión católica ya que los protestantes condenaron, en igual o mayor medida que su contraparte, hay una institución que queremos destacar para finalizar este capitulo, nos referimos a la Inquisición, que para nuestra cultura Latinoamericana fue una realidad concreta.

LA INQUISICION

La inquisición, es sencillamente un procedimiento jurídico. En la actualidad podríamos llamarlo el procedimiento de encuesta que se abre cuando se tiene conocimiento de un crimen, con el objeto de llegar a una decisión final: o la acusación o el sobreseimiento.

El nombre de inquisición también hace referencia a un tribunal, que tiene una función específica la dilucidación en calidad de experto de los crímenes de herejía en la Edad Media, y de brujería en la gran caza de brujas de la Edad moderna. En un principio fue fundado por el papa y el emperador germánico en 1231 dirigido de forma clara a una acción concreta: acabar con el catarismo y los cataros; Luego de esto su acción decayó hasta que en el Concilio de Trento pasó a formar parte de la nueva estrategia de la Iglesia, no solo contra la Reforma, sino también contra la brujería (se suponía que el brujo era hereje, además el contagiado por la Reforma también caía en delito de brujería, por separarse de la Iglesia Católica).Las normas a las que estaban sometidos los tribunales de la Inquisición eran las siguientes: cuando los inquisidores recibían aviso de la presencia de herejía o brujería en un pueblo, se dirigían a el y en una predicación solemne, realizada en la iglesia parroquial, pedían a todos los fieles que les ayudaran a extirpar la brujería del pueblo, y a las brujas perdón divino. Se inauguraba así el Tiempo de Gracia, que duraba aproximadamente un mes, si se confesaba el error, al infractor se le trataba con misericordia y muchas veces salía libre con una penitencia leve y secreta. Una vez terminado este plazo ya no había compasión, y se iniciaba el proceso propiamente dicho. Primero se convocaba a los sospechosos, si no se presentaban eran excomulgados; desde la citación el inculpado era vigilado y no tardaba en ser arrestado. Una vez en la cárcel, comparecía ante el tribunal y era interrogado por dos religiosos sanos de espíritu y por un notario, se hacia la relación de la acusación, sin citar al acusador y con dos testimonios que la confirmasen era suficiente. El testimonio era secreto, en ausencia del acusado, el que no tenía derecho a la defensa de un abogado. Ante la resistencia a confesar los crímenes se contaba con una amplia gama de instrumentos de coacción, que realizaba el brazo secular, acerca de esto daremos a conocer la siguiente crónica:

Una Crónica del Proceso Inquisitorial y su aplicación mediante tortura.

Cuando el prisionero ha sido examinado tres veces y todavía persiste en le negativa, sucede a menudo que es retenido durante un año entero o más tiempo antes de ser admitido a otra audiencia, para que cansado pos su encarcelamiento, sea más propenso a confesar lo que se desea; mas si todavía persiste en le negativa, finalmente se le entrega su acusación entremezclada por cierto numero de supuestos, crímenes de naturaleza nefanda, cuya composición de verdad y falsedad es una trampa para el infeliz desgraciado; pues, como raramente deja de exclamarse contra los crímenes fingidos, sus jueces concluyen que los otros de los que se queja menos son verdaderos. Cuando se celebra en serio su juicio, los testigos son examinados de nuevo, y se le entrega una copia de las declaraciones suprimiendo las circunstancias que pudieran revelar la identidad del testigo; el prisionero replica a cada particular y da interrogatorios a los que quisiera que se sometiesen los testigos y los nombres de otros que quisiera que se examinasen en su nombre; se le designa un abogado, lo cual, pese a tener apariencia de Justicia, en realidad de nada sirve al prisionero, pues el abogado aprestado juramento ante el oficio, no se le permite hablar con su cliente salvo en presencia del inquisidor, ni puede alegar en su favor nada salvo lo que juzgue apropiado. Después de llevar el proceso de esta manera durante un tiempo considerable, los jueces, con sus asesores, examinan las pruebas y determinan la suerte del prisionero; si sus respuestas y excepciones no son satisfactorias, ni las pruebas contra él bastan para declararlo culpable, se le condena a la Tortura.

El escenario de la diabólica crueldad es una oscura bóveda subterránea; a su llegada allí el prisionero escogido inmediatamente por un torturador, que lo desnuda enseguida. Mientras lo desnudan y mientras es torturado, el inquisidor lo exhorta encarecidamente a confesar su culpa, pero sin levantar falso testimonio contra sí mismo o contra otros. La primera Tortura es la de la Cuerda, que se lleva a cabo de esta manera. Las manos del prisionero se atan a su espalda, y por medio de una cuerda ligada a ellas y pasando por una polea, es levantado hasta el techo, donde habiendo colgado durante un rato con pesas atadas a sus pies, es bajado hasta casi tocar el suelo con sacudidas tan bruscas que le descoyuntan los brazos y las piernas, por medio de lo cual se le infringe el más exquisito dolor, y se le obliga a gritar de modo terrible. Si la fuerza del prisionero aguanta, normalmente le torturan de esta manera durante cerca de una hora, y si esto no le arranca una confesión que les guste, recurren a la siguiente tortura, a saber: el Agua. El prisionero es tendido de espalda en una artesa de madera por cuyo centro pasa una barra sobre la que repose su espalda, y a veces se le rompe así la espina dorsal y se le inflige un dolor increíble. La tortura del agua se ejecuta  a veces al prisionero a tragar una cantidad de agua y luego apretándole el cuerpo atornillando mas los lados de la artesa; otras veces se le coloca un paño mojado sobre la boca y las ventanas de la nariz del prisionero  y una pequeña corriente de agua descendiendo constantemente sobre ella introduce el paño en su garganta, que al ser retirado de pronto sale con sangre y agua y hace pasar al infeliz desgraciado las Agonías de la muerte.

La siguiente tortura, a saber, la del Fuego, se ejecuta así:

el prisionero hallándose en el suelo se le acercan los pies a una hoguera y se le frotan con materia untuosa y combustible, por medio de la cual, el calor penetrando en esas partes, sufre dolores peores que la muerte misma….En la practica de la tortura se seguía todo un ritual majestuoso que hacia aun más inquietante el procedimiento(como vimos anteriormente), con los resultados de los interrogatorios, se reunía el tribunal, formado por una especie de jurado, se les leía el resultado de los interrogatorios y ellos formulaban su criterio, con esto se decidía la sentencia la que se hacia publica de manera solemne en el denominado Sermón General, que se celebraba el domingo delante de la Iglesia, con los acusados instalados sobre una tarima donde todos pudieran verlos. El inquisidor mayor efectuaba el sermón y de cuando en cuando se detenía para ver si el acusado cambiaba de parecer. El sermón concluía con la proclamación de la sentencia, que podía ser de tres clases: confiscación de los bienes, la cárcel y la pena de muerte, sobre esta ultima era realizada en unos espectáculos grandiosos, de gran magnificencia llamados Autos de Fe, de los cuales escuchamos otra crónica de un embajador veneciano en Madrid, a mediados del siglo XVI:

El pasado domingo hizo quince días que se celebró en Murcia un acto que en Toledo llaman acto de la Inquisición, en el cual veintinueve individuos fueron quemados por judíos. Entre ellos había algunos personajes principales, por lo que la confiscación de sus propiedades reportara al rey más de 4.000.000 de ducados. Ya he informado a vuestra serenidad de que un judío, mientras se hallaba preso en aquella ciudad, corrompió a gran parte de la población y de como ello fue descubierto, de modo que el castigo de los culpables aun no ha concluido. Las veintinueve personas que fueron quemadas últimamente eran todas impenitentes, pero, si se hubieran retractado y pedido misericordia incluso en él ultimo momento, les habrían respetado la vida, aunque con perdida de sus propiedades y de su libertad, en virtud de un privilegio en ese sentido de que gozan los reinos de Murcia, Granada, Aragón, Cataluña y Valencia, pero que no se concede a los de Castilla, donde, a menos que la retractación se haga dentro de cierto periodo, el individuo que omite hacerla es necesariamente ajusticiado….

Este panorama inquisitorial es sólo un resumen, en el que hemos querido proporcionar una muestra comprensible y aproximativa del procedimiento que se ejercía en tiempos de la caza de brujas.

CONCLUSIÓNES

Para llegar a la gran caza de brujas de la Edad Moderna tuvieron que ocurrir una gran variedad de fenómenos, los que se comenzaron a gestar varios siglos antes y que detonaron en el siglo XVI, no espontáneamente, sino como una lenta acumulación de conocimientos en el inconsciente colectivo de la población dirigente medieval. Esta acabo convenciéndose de que las brujas realmente realizaban las acciones que se les atribuían.

Este concepto acumulativo pasó por varias etapas: paganismo, herejía y brujería. Los últimos dos han sido objetos de este estudio y para ordenar las ideas comenzaremos por la herejía: La época medieval es llamada, según Duby, la era de las herejías vencidas o sofocadas, son permanentes, abundantes, endémicas, incluso necesarias, pero siempre terminan derrotadas, hasta la fase de la reforma luterana.

• Hay una clara dificultad para definir al hereje; en este estudio se comenzó con la definición enciclopédica, y luego por la de un historiador teólogo, para quién hereje es aquél que elige, selecciona una parte de la verdad total y luego se obstina en su elección, aunque se señaló que esto no es la verdad absoluta.

• Un hereje llega a serlo por decisión de las autoridades ortodoxas, marcándose claramente dos polos irreconciliables, ORTODOXIA Y HEREJÍA. Entre

Ambos se extienden anchos márgenes, enormes zonas de indiferencia, y a veces de neutralidad, pero estos márgenes siempre son movedizos e indefinidos.

• Esta claro que la Iglesia se mostrará más o menos exigente en un momento o en otro con el sector de la sociedad tachado de herético y como tal, hostigado y condenado, solo comparemos la represión del caso Cátaro con la herejía del Santo Lebrel.

• Por último, hay que destacar el papel fundamental e inmediato que desempeña la ortodoxia en la aparición y producción de la herejía que afecta también al contenido de las doctrinas heterodoxas.

• ¿A quién llega la herejía? : A seres insatisfechos a los que la Iglesia a su alcance no ha sabido llenar sus exigencias espirituales, y que por eso se apartan de ella y prestan oídos a otros mensajes; estas son las herejías o devociones fallidas, frustradas. Estas doctrinas al ser transmitidas y propagadas sufren degradaciones y renovaciones, aunque casi no existen documentos para verificar la magnitud de esta degradación. Ella puede observarse en el caso de las herejías populares o folclóricas, paso final de cualquier doctrina herética. Por último, importante es la represión en la historia de las herejías, encontrándose casos en que estas son domesticadas y reconciliadas y algunas se apropian de su doctrina (franciscanos). Pero al perseguir y castigar, la ortodoxia crea todo un arsenal que luego sobrevive largo tiempo a la herejía contra la que debía luchar (Inquisición).La brujería es un tema distinto y aparece con frecuencia desde el mundo pagano de la Europa alto medieval. No es un fenómeno culto, en el sentido estricto, las brujas no tienen bibliotecas, dice Duby1, si bien a partir del siglo XI magia y brujería parecieron eclipsarse ante la herejía. A partir del siglo XIII la situación cambia volviendo a florecer así un nuevo concepto: la magia culta. Entonces nace la creciente perfilación del peligro que representaba para la opinión general estos hijos del demonio que eran los brujos. Desbaratada gracias a la propagación de las ordenes mendicantes, el aparato inquisitorial y a los ejércitos cruzados, la crisis del Catarismo tuvo un papel importante en el resurgimiento histórico de la brujería. Por motivos puramente eclesiásticos ya no se podía considerar con tolerancia la subsistencia de antiguas y no integradas supersticiones que la creciente urbanización de los estratos inferiores traía del campo a la ciudad. En las viejas hechiceras y curanderos comienza a vislumbrarse la presencia directa del demonio y del culto rendido a éste. En los antiguos ritos y técnicas terapéuticas comienzan a buscarse las pruebas de una anti-iglesia. Esto no se debió al capricho de los teólogos sino que la Iglesia al acumular victorias, había agregado cada vez más adversarios y más personas que se formulaban preguntas y se descubrían llenos de dudas. La inquisición y toda la represión había acabado con la mayoría de las herejías, pero las críticas y las tendencias a reinterpretar algunos valores eran cada vez más abundantes. El interés creciente por el demonio puede determinarse en parte como consecuencia de la represión de los cátaros; la contrapartida del dios bondadoso era cada vez más importante en la religión culta y popular. Naturalmente el Catarismo no es responsable directo de esto; jamás un cátaro realizó un culto demonológico, sólo se les atribuyó que lo hacían, lo que pesó profundamente en el inconsciente colectivo.

El siglo XIII presenció la permanencia de las herejías, oficialmente derrotadas, pero extraoficialmente florecientes. Sin embargo ya no hablamos de herejías cultas, sino a un nivel sumamente deteriorado; es importante hacernos las preguntas que hace Cardini ¿depende la atención que se les presta el hecho de que aparezcan o se reanuden en este preciso instante?, ¿O se trata más bien de lo contrario, es decir, que fueron practicas en realidad no interrumpidas nunca, y que sólo a partir de un determinado momento llamaron la atención de clérigos e inquisidores?

Esto sentaría las bases de una interpretación de la brujería como un complejo de ritos y prácticas nunca interrumpidas realmente, aunque escasamente documentadas y descubierta sólo en el curso del siglo XIII por una iglesia decidida a no tolerar manifestaciones inconformistas o masivas, ni siquiera cuando se presentaban como formas sagradas, quería evangelizar completamente todas las doctrinas, incluso las más profanas. Además implicaría que tras la brujería existía toda una práctica litúrgica coherentemente articulada y organizada. Lo que sí está claro es que a partir aproximadamente de la mitad del siglo XII la sombra de la herejía se extiende por sobre vieja y hasta toleradas prácticas brujescas, profundas supersticiones de la Europa rural y pastoril. La opinión de los teólogos se superpuso a la tesis agustiniana, demonizadora de las divinidades paganas y es aquí de donde nace la constante amenaza del demonio sobre la humanidad. El encuentro herejía−brujería de ningún modo fue directo e inmediato, más bien se dio paulatinamente un cambio en el concepto acumulativo de brujería, constantes coincidencias en las esferas de los dos conceptos. La brujería como herejía tardo en denunciarse. Luego de la gran crisis del siglo XIV en la cristiandad occidental, la sociedad tenía la impresión de vivir como en una fortaleza asediada por el demonio; gran responsable de esta preocupación corresponde a la obra sistematizadora y acumulativa del inquisidor general de Aragón, el dominico Nicolás Eymerich, que en su Directorium Inquisitorium negaba que hubiese formas de herejía que pudieran quedar fuera del alcance de la brujería. Sin embargo el tema fundamental en el cual se terminó de crear la imagen teológica−jurídica de una brujería fue el pacto con el demonio, entendido no en un sentido contractual sino más bien de sujeción, o una fidelitas, que el hombre juraba al diablo y en cuyo acto le rendía un homenaje. Al hacer esto el brujo traicionaba la base misma de la ley: non habebis deos alienos coram me, no tendrás dioses extraños por sobre mí. Este cambio de igualdad a sumisión le corresponde exclusivamente a la mujer como principal objeto de la brujería, las que se vieron mayormente afectadas por la caza de brujas ¿serían estos antiguos elementos misóginos propios de la cultura eclesiástica? El caso es que la profesión brujeril estaba profundamente vinculada a condiciones profesionales femeninas, como por ejemplo, la comadrona, curandera, mendiga o prostituta. La imprenta también aportó a la caza de brujas, al masificar la cantidad de manuales de inquisidores a lo largo de Europa, pasando a poner en nivel público las polémicas teológicas acerca de los poderes del demonio. Finalmente, la brujería siempre trata en el ámbito cotidiano, es decir, la clientela del brujo o bruja pertenecía alas más variadas capas sociales, que se homogeneizaban en el hecho de tener necesidades y deseos inconfesables. Como agitadora y al mismo tiempo conservadora de las estructuras sociales en que operaba, la brujería fue siempre una actividad conocida y reconocida por el pueblo que desde muchos ángulos necesitaba de ella; la bruja era asesina, destructora de matrimonios, procuradora de abortos, evitaba al mismo tiempo las crisis domésticas e interfamiliares ocultando sus diversas causas, vendía ilusiones, aliviaba a cuantos acudían a ella y los alejaba de la rebeldía. Sólo cuando los teólogos, es decir la cultura literaria, imparten su condena sobre ella es que esta práctica comienza a ser perseguida.

Ya en los tiempos modernos, calcular el número de personas que murieron acusadas de brujería es una tarea imposible. Muchas actas judiciales han desaparecido al correr del tiempo, otras ni siquiera se llegaron a redactar. Los cálculos más alarmistas sitúan la cifra de ejecutados sólo en Europa en un periodo de trescientos años en nueve millones de personas. Cálculos más serios, reducen ostensiblemente el número, situándolo en cien mil procedimientos abiertos y unas sesenta mil personas conducidas a la hoguera o a la horca.

Llaman más la atención las cifras si detenemos la vista en situaciones concretas y contrastadas documentalmente. Así, por ejemplo, en Alemania, en el estado territorial gobernado por un Príncipe obispo fueron ejecutadas doscientas setenta y cuatro personas en un año y en otra localidad alemana, en un solo día, se condujo al cadalso a ciento treinta y tres en el año 1.589.

A los perseguidores de la brujería estas cifras les debían resultar secundarias o de poca importancia, ya que en algunos lugares hicieron estudios del número de brujas que “andaban sueltas”, como en el condado francés de Rethelois, donde calcularon en más de siete mil las brujas que dejaron sin capturar.

La posibilidad de defenderse de las imputaciones era complicada, además se puede pensar que la mayor parte, por no decir todas las acusaciones, debían carecer de legitimidad o fundamento.

Sobre todo, durante los siglos XVI y XVII, se establecieron grandes “cazas de brujas”, que extendieron el pánico y el histerismo entre la población de Alemania, Suecia, España, Francia, Inglaterra, Polonia… ningún país europeo escapó a esta debacle de terror. La caza funcionaba como una especie de cadena. Las primeras (supuestas) brujas detenidas, después de ser forzadas a la confesión, generalmente a través de la extorsión y de la tortura, eran obligadas a la delación de otras brujas. Así, en muchos procedimientos, como la caza de Tréveris, de trescientas seis brujas denunciadas, se pasó por este método a la detención de mil quinientas personas, consideradas sus cómplices.

Hay un sinfín de razones que condujeron a que se extendiera el miedo entre la población de esta forma tan desmesurada. Las brujas y brujos fueron una especie de chivo expiatorio en el que se concentraban todas las culpas de los problemas o los males a los que se enfrentaban. Algunas explicaciones apuntan a la necesidad de los poderes de contentar al pueblo al encontrar un culpable en este colectivo y darle un escarmiento público. Si las cosechas se echaban a perder, se apuntaba a las brujas como responsables, ya que entre sus poderes estaba el producir plagas o tormentas dañinas. Se las consideraba las culpables de que los rayos cayeran sobre los campanarios o, al ser capaces de fabricar pócimas, de hacer que las personas cayeran enamoradas o fueran portadores de la mala suerte. También era una extendida creencia popular la idea de que las brujas podían convertir a otros en animales o que ellas mismas podían transfigurarse en la bestia que desearan.

Todas estas ideas sin base lógica ni científica, y lo que es peor sin prueba alguna, eran apoyadas por supuestos hombres respetados por su sabiduría e inteligencia. Lutero o Calvino, fueron algunos de ellos.

Es curioso que la “caza de brujas” estuviera enfocada contra aquellas personas que supuestamente practicaban la magia y el encantamiento, el maleficium, como se conocía, pero los clientes y demandantes de los servicios de estas brujas y brujos no parecían ser perseguidos. Si las brujas no tenían a quién prestar su servicio, es sencillo pensar que tal servicio era inexistente.

Por supuesto, esta práctica de culpar a las brujas de todos los males que acechaban a la sociedad inculta, víctima de la superstición y de la falta de sentido común, cruzó el Atlántico.

POR ESTO, EN EL FONDO, LA CUESTIÓN SOCIAL COMIENZA ALLÍ DONDE LA BRUJERÍA TERMINA: ALLÍ DÓNDE EL HOMBRE SE DESCUBRE SOLO ANTE SU DESTINO…

Las brujas de Salem.

En Nueva York, Nueva Jersey, Delaware, Maryland o Virginia, hubo juicios contra brujas, que dado el carácter tan extremista de Europa, se pueden considerar como ocasionales. Que haya quedado registrado, solo un juicio en Maryland, acabó con la ejecución de la encausada. Sin embargo, en Nueva Inglaterra se llegó a procesar a doscientas treinta y cuatro personas, de las que treinta y seis acabaron ejecutadas. Es revelador este número de víctimas teniendo en cuenta que la población total era de cien mil habitantes.

En Salem, Massachussets, en 1.692, se llegó a dar muerte a veinte supuestas brujas. La razón de esta persecución entronca más con los valores puritanos, sociales y morales, que con cualquier otra cosa. Las acusadas que peor destino corrieron fueron aquellas que no reconocieron la autoridad del Tribunal encargado de juzgarlas, que aunque era de carácter civil, estaba estimulado por las acusaciones del clero, quien con este tipo de acciones pretendía atacar al poder diabólico que acechaba a la sociedad.

El final de todas estas “cazas de brujas” llegó a través de leyes y decretos legislativos que intentaron poner remedio a la sanguinaria persecución de personas inocentes. Juristas, jueces y magistrados enfrentados a teólogos o filósofos, tuvieron en sus manos el poder necesario para detener la barbarie.

BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA.

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• J. G. Frazer, La Rama Dorada: Magia y Religión, F. C. E., México 1951.

J. Caro Baroja, De la Superstición al Ateísmo, Taurus ediciones, Madrid 1974.

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• Bronislaw Malinowski, Magia, Ciencia y Religión, Ariel editores, Barcelona 1974.

• Jean Delumeau, El Catolicismo de Lutero a Voltaire, editorial Labor, Barcelona 1973.

• Jean Delumeau, El Miedo en Occidente siglo XIV−XVIII, Taurus ediciones, Madrid 1989.

• G. R. Quaife, Magia y Maleficio: Las Brujas y el Fanatismo Religioso, editorial Crítica, Barcelona 1989.

• H. Ch. Lea, Historia de la Inquisición Española, Fundación Universitaria Española, Madrid 1983.

• Jules Michelet, Historia del Satanismo y la Brujería, editorial Siglo XX, Buenos Aires 1965.

• Diccionario de la lengua castellana de la Real Academia Española, editorial Gredós, vol. 1 Madrid, 1964 p.455.Franco Cardini, Magia, Brujería y Superstición en el Occidente Medieval, Ediciones Península, Barcelona1982.J.G. Frazier, La Rama Dorada. Magia y Religión

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6 respuestas a Tratado sobre la historia de la brujería.

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