La Castanyada es una fiesta tradicional que se celebra ya desde hace XX siglos cada 31 de octubre y 1 de noviembre; así pues, no estamos ante ninguna reformulación del Halloween moderno adaptado al mundo mediterráneo, sino que se trata de una tradición propia, que por cierto comparte muchos puntos en común con esta fiesta anglo-céltica que despreciamos injustamente. Pero el punto que Los orígenes de la fiesta que sigue a la Castanyada, Tots Sants -Todos los Santos- se remontan, según Joan Soler i Amigó, a las antiguas fiestas funerarias de Europa, en cuyo caso hallamos una referencia directa a Samhain.
Esta fiesta originariamente no se dedicaba a todos los Santos, sino a todos los Dioses; y prueba de ello es la tarea que llevó a cabo el papa Bonifacio IV consagró el Panteón
(Todos los dioses) a Todos los Santos en el siglo VII. Dos siglos después, se fijó la fecha de esta festividad el 1 de noviembre, seguramente para sustituir su versión pagana de una forma no traumática para la sociedad.
Con ello sólo pretendo demostrar que lo que hoy llamamos Tots Sants es una fiesta funeraria antigua, de origen precristiano, que obedece el proceso de cristianización de las fiestas que se inició en Roma. Pero Tots Sants no es la fiesta que me interesa en particular, sino su víspera, que conserva de una forma muy curiosa una ritualística pagana típica del territorio.
El primer testigo oficial de la celebración ritual de la Castanyada aceptada en el territorio catalán una vez cristianizado, data del año 1033, cuando en la asamblea de Vic el obispo Oliva la incluyó dentro de las festividades aceptadas. Así pues, fácilmente se deduce que esta fiesta se celebraba antes de esa fecha, y por lo visto, de la misma forma que hasta hace pocas décadas. La Castanyada celebra, igual que Samhain o el moderno Halloween, la unión de este mundo con el Mundo de los Muertos o el Otro Mundo, y la presencia de los muertos que vagan por el mundo de los vivos durante esta noche.
El ritual reconstruccionista catalán de la Castanyada es un ritual nocturno en el que la comida y la luz tienen un papel constante. Es una fecha solemne pero no triste, como se suele vender. Igual que en el caso de Samhain, la Castanyada celebra la muerte pero también la vida que queda en este mundo, y reconoce el paso de las estaciones con el mismo respeto que una fiesta de verano.La comida en este caso, se compone de castañas, frutos secos y postres elaborados con ello. Los frutos secos y las castañas son un indicador de la próxima ausencia de fruta fresca, y se relacionan estrechamente con los muertos. Los panellets –o incluso en otras regiones los huesos de santo- dulces hechos con boniato, almendra y piñones, eran los “panes” que se ofrecían a los muertos y se comían en familia durante esa noche, una noche en la cual lo importante era mantenerse despierto para recordar con alegría a los que no están. Esa noche se encendía en el hogar o en el centro del pueblo, un fuego que servía para guiar los espíritus de los muertos para visitar a sus familiares vivos, y para tostar las castañas y frutos que se comían en el punto álgido del otoño. Como su correspondiente 1 de mayo, el 31 de octubre indica el fin de toda vida agrícola, los rebaños se guardan y ahora sólo puede venir el frío; así que esa noche es el inicio de una mitad oscura del año, y como tal hay que celebrarla con alegría, quizás desprendiéndose de ese tono triste y trágico con el que la tradición cristiana lo impregnó desde que la arrebató de los pueblos de Europa.
Enciclopèdia de la Fantasia Popular Catalana – Joan Soler i Amigó